Siempre hay algo nuevo bajo el Sol, en materia de constreñir la libertad de expresión. En sus enemigos se exacerba, a diario, la inventiva, la innovación, el remozamiento de la artillería pesada contra el derecho que tenemos todos –no solo los profesionales de la comunicación–
a opinar y recibir información. Si son tan productivos ¿por qué, en lugar de reprimir, no producen soluciones a las lacras que exigen silenciar?
El mapa del hambre es el mapa de la censura. Tome usted un atlas de la Tierra. Constate cuáles son las naciones en las que campea, el subdesarrollo, el quintomundismo, la carencia de servicios esenciales, el desabastecimiento, la inflación, la inseguridad, la corrupción y constatará con que son las mismas naciones en las que se criminaliza la circulación libre de ideas. No hay prosperidad sin democracia y esta última, es incompatible con el index librorum prohibitorum inherente a los desgobiernos despóticos.
Alrededor de medio centenar de los casos más notorios de persecución política en estos últimos 17 años son por hipotéticos delitos de opinión. “Hechos en Revolución”, cabría roturarlos, porque en su implementación, hay que reconocer algún grado de inventiva.
A Leopoldo López, se le persigue no por lo que dijo, sino por lo que quiso decir, según dictamen preliminar de una semióloga, que finalmente se desmintió, a sí misma, en gesto que la enaltece. Contra el alcalde, Ledezma se practicó similar innovación. Suscribió el llamado a una salida democrática a través de cauces constitucionales, pero dos sedicentes expertos del SEBIN encontraron en el documento, mensajes conspirativos subliminales.
El capitán Diosdado Cabello entabló acusación contra 22 directivos y empleados de varios medios de comunicación, pero en lugar de agilizar su querella para que un fallo definitivo limpie, cuanto antes, su honor mancillado, ejecuta chicanas procesales dilatorias –el mundo al revés– para con ello, mantener vigentes de forma indefinida, prohibiciones de salida del país contra sus presuntos difamadores. Si esto no es creatividad revolucionaria que venga alguien y nos lo diga.
El caso más reciente de imaginación en la materia, es el seguido contra David Natera, editor de El Correo del Caroní. El diario se limitó a reseñar denuncias del entonces diputado Andrés Velásquez –cubiertas por periódicos del mundo entero, porque todos los días no se informa de un latrocinio de 1.200 millones de dólares– pero ahora un juez provisorio, de entre todos los diarios que informaron del expolio, así, con pinzas, extrae El Correo del Orinoco concluye que el único difamador es Natera.
Y ahora llegamos, adonde no quisiéramos haber llegado: la instauración, como política de estado en casos de libertad de expresión, del principio según el cual todos los ciudadanos no somos iguales ante la ley. Justicia a la carta. O ley del embudo.
Para favorecer la acusación del capitán Cabello, fueron contrariadas 13 jurisprudencias pacíficas y reiteradas, la más antigua de 1916 de la extinta Corte Suprema y las más recientes del TSJ, en particular, del 10/06/2014, caso: Alcaraz Blanco. En tal especie de querellas solo caben medidas cautelares después de celebrado el acto de conciliación, pero así, sin acto de conciliación se han decretado medidas de restrictivas contra los acusados por Cabello.
Nada menos que 38 jurisprudencias del TSJ han sido violentadas por el tribunal que juzga al editor Natera. Los juicios de esa naturaleza prescriben al año y medio, el seguido contra este último va para 32 meses, pero su juzgador se fabrica pretextos fútiles para mantenerlo vigente.
Conspirar supone la acción de dos o más personas (Sent. 10-11-2011, Sala Plena del TSJ) pero a Ledezma se le ha acusado de conspirar en “solitario” o consigo mismo.
La paliza y el plan y pa’l cuartel no están derogadas. Pero junto con ellas, el arsenal contra la libre circulación de ideas y opiniones se remoza a diario.
Omar Estacio
Abogado y habitual columnista.
PUBLICADO: 25 de abril de 2016