Youtube

Las hermanas de Zara ya tienen casa: el Atlantic

Lola, Push&Co y Anakena, es decir, las tiendas sustitutas de Zara, Bershka y Pull&Bear que tienen sus días contados Venezuela, se han instalado nada menos que en esa joya arquitectónica que construyó en 1957 el italiano Angelo di Sapio en la urbanización Los Palos Grandes, casi al pie de la avenida Francisco de Miranda

 

A Angelo di Sapio, el arquitecto italiano, le gustaba contar siempre la misma anécdota: sus colegas, entre los que estaba el reputadísimo Moisés Benacerraf, le dijeron mil veces que se iban a sentar en la acera del frente de su edificio Atlantic, que construyó en 1957 en la urbanización Los Palos Grandes, casi al pie de la avenida Francisco de Miranda en Caracas, para ver cómo se caía estrepitosamente al momento de ser desencofrado. Y él se limitaba a sonreír.

Lo hacía porque confiaba ciegamente en sus cálculos, que le daban para pensar que aquella caja de vidrio de ocho pisos, apenas suspendida por unas pocas y discretas láminas de cemento –para que se entienda mejor: es algo así como diez hormigas sosteniendo a un elefante blanco-, no se iba a desplomar así como así. Y también porque, él mismo llegó a confesarlo, se atrevió a consultarlo con un nigromántico en la ciudad de Nueva York que le juró que nada, ni siquiera el terremoto que estaba por venir, iba a poder derribar su obra. Amén de su hogar, que llegó a tener en la última planta.

Una joya arquitectónica que todo el mundo sabe pertenece ahora al empresario de origen libanés Camilo Ibrahim; que ha terminado por convertirse en icono del inacabado proyecto de la modernidad caraqueña; y que en 64 años ha albergado sobre todo a inquilinos de postín. Desde oficinas de la vieja Petróleos de Venezuela, Colgate y Wesstinghouse hasta un concesionario Fiat y una galería de arte: La Espacio Atlantic, que regentó durante años el arquitecto Luis Pons. Todo arrendatarios de lustre que ya quisieran hoy muchos centros comerciales para cobrarles a fin de mes.

Una hermosa mole en franco deterioro a no ser porque allí acaba de mudarse Lola, hermana plebeya de Zara, o mejor, la marca que sustituirá al buque emblema del grupo español Inditex, que desde el año 2018 decidió no comercializar ni una prenda más con Venezuela y hasta pidió meses atrás al único franquiciante que tuvo en el país, precisamente Ibrahim, que remataran la ropa que quedaba en sus anaqueles y también deshacerse de sus corpóreos, esto es, de todo el mobiliario, escaparates y hasta los maniquíes

Es en el edificio Atlantic donde, cuando acaben las remodelaciones –actualmente están tumbando paredes, oh, temblad-  se mudarán también Anakena y Push&Co, que sustituirán a Bershka y Pull&Bear, respectivamente.  Las oficinas administrativas, claro. Y también las de otras marcas que pertenecen al mismo grupo comercial, como Balú, Aldo, Timberland, Vestimenta y pare de contar.

Allí mismo acaban de inaugurar por cierto el Bodegón Atlantic en la mitad de la planta baja, donde además le han dado cabida a la marca de panadería Julio’s Bakery, que suma un nuevo establecimiento en Caracas.

Nada que ver, eso sí, con el exquisito Café Atlantique que Jonas Millán y Luis Rengifo, ex socios del exclusivo Le Club, decoraron con sillas de Capuy y ant chairs de Jacobsen en la planta baja del edificio en 2002. Un bistró de 400 metros cuadrados de área de comedor y otros 180 metros cuadrados de cocina a la vista de todos comandada nada menos que por el célebre Laurent Contineaux -quien emigró antes de la debacle y hoy es chef del restaurante Bonito de Saint-Barth-, a quien todos celebraban sus platillos de comida francesa provenzal.

Lo que hay hoy es una venta de papas pringles, potes de nutella, cortes de ganado vacuno wagyu, y, por supuesto, botellas de whiskey, vodka y ron. Nada nuevo. O lo mismo que se encuentra en cualquier local de esos que ya hay en cada esquina. Un establecimiento que, aseguran las malas lenguas de la misma zona, pertenece a una locutora de La Mega que ya no está “ni tan fuera de forma” y a su novio.

El Atlantic, cuya construcción llegó a costar 5,600.000 bolívares -con el envidiable dólar a 3,35-  era tan solo un detalle del llamado The Oil Center of Caracas, un proyecto de seis torres construido para concentrar en un solo espacio a lo más granado de la industria petrolera, cuando existía. La Shell. La Creole. La British Petroleum Company, la Texaco, la Mobil Oil. Algo similar, soñaba Di Sapio, al condado financiero de Wall Street.

Seis torres dispuestas en forma de círculo que aprovecharía la falla freática de la zona –actualmente bajo la fuente sin agua del Centro Plaza- para hacer una gran cascada que iba a desembocar en un lago bordeado por un larguísimo paseo de locales comerciales, cafés, y bares, restaurantes y oficinas.


PUBLICADO: 16 de junio de 2021