“¿Héroe yo?”, pregunta Jesús Arévalo, motorizado de la empresa de entrega a domicilio Yummy, quien el martes 10 de agosto, en pleno aguacero, se bajó de su moto y caminó por la avenida Libertador, con el agua hasta la cintura, para auxiliar a una mujer de nombre Gioconda que se había quedado accidentada y que había decidido subir al techo de su automóvil para resguardarse.
“¿Heroe?”, vuelve a preguntar. Y rápidamente se responde a sí mismo: “No creo que yo sea un héroe. Yo soy un ser humano cualquiera, que vio a una persona que necesitaba ayuda y se acercó para dársela”.
Y sin dudarlo.
Arévalo, quien nació en el Hospital Universitario hace 34 años, quien estudió bachillerato en Los Teques y abandonó las aulas muy temprano para comenzar a trabajar primero en una ferretería y luego como mototaxista, cuenta que a las 7:30 de la tarde, recibió una nueva orden de Yummy: buscar un pedido de Bonsai Sushi, en el Centro Comercial San Ignacio. Y entonces tomó la avenida Libertador. Para llegar más rápido, dice. Sí, bajo el aguacero que estaba cayendo a esa hora en buena parte de la ciudad.
“Primero vi la laguna que se había formado en La Libertador y después vi a la señora que estaba encima de su carro, y el instinto me dijo ‘Tienes que ayudarla’”, explica Arévalo, quien no estaba solo. Unos minutos antes se había detenido en el mismo lugar un compañero de trabajo, también motorizado de Yummy, de nombre Guillermo Méndez. Y juntos emprendieron entonces la tarea de ayudar a Gioconda.
“Dejamos la moto a un lado y nos metimos los dos en la laguna. ¿Miedo? !No! ¿Qué miedo?. La señora era la que estaba empapada y con frío. Si nosotros teníamos frío, imagínate ella, que llevaba tiempo ahí. Lo primero que nos preguntó fue: ‘¿Ustedes son de Protección Civil?”.
Los dos agentes de Protección civil llegaron después. “Mi compañero se quitó la chaqueta y se la entregó a la señora. Yo tuve que agarrar el carro, que se estaba moviendo por (causa) de la corriente de agua. Y juntos la ayudamos después a subirse al andén y a recorrerlo. Quedamos empapados”.
“No, yo no soy héroe”, insiste Jesús Arévalo, que está residenciado en Coche, donde vive con su madre, Isbely de Abreu, divorciada, y a quien ayuda con los gastos de la casa. Sobre todo desde hace un año, dice, en plena pandemia de covid-19, cuando comenzó a trabajar en Yummy y comenzó a cobrar en dólares por las entregas a domicilio: hace diez, quince o veinte, dependiendo del día y del “movimiento de la flota”.
Transporta sobre todo comida. Sushi, pizza y pollo. Eso es lo que más pide la gente, cuenta él, que confiesa que sus jefes se dieron cuenta de todo lo que estaba sucediendo el martes en la noche por causa de las redes sociales, donde a las 8:00 de la noche comenzaron a rodar los videos de su hazaña y la de su compañero. Y los llamaron de inmediato.
“Fuimos a la oficina y ahí nos pidieron que nos cambiáramos la ropa, porque estábamos llenos de barro. Nos pusimos impermeables secos y fue ahí cuando nos dimos cuenta de todo lo que estaba pasando en las redes”, agrega Jesús Arévalo, quien revela que el miércoles, a las 4:00 de la tarde, recibió en las oficinas de Yummy una llamada de la señora Gioconda, quien solo tuvo palabras de agradecimiento para él. Sus jefes también reconocieron por cierto lo que hizo. Y eso le basta, jura.
A ellos les agradece también que hace seis meses lo ayudaron a comprar una moto nueva. Una Horse Empire Azul con la que se traslada actualmente para cumplir con los pedidos. Lo de anoche le pudo pasar a cualquiera, apunta.
“En este país casi todos somos héroes”, dice él. “Aquí mucha gente sale a ayudar al otro. Y eso fue lo que yo hice”. Yummy, la empresa de delivery para la cual trabaja, vaya que le agradece el branding. Como dice un seguidor de PRODUCTO: "Las ocasiones para vincular una marca con atributos positivos pueden llegar tan repentinamente como un aguacero. Basta actuar rápidamente"
PUBLICADO: 11 de agosto de 2021