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Granier: no es a falta de pan

 

Está claro que en España la masa ya no levanta como antes. Pero Granier, la cadena española de panadería y pastelería, ha comenzado a crecer en Venezuela en apenas seis meses. Y no es precisamente por causa de la levadura.

La primera tienda abrió sus puertas en la Torre Digitel de La Castellana en diciembre de 2020. La segunda en Las Mercedes. La tercera en Pampatar, en la isla de Margarita. Y en los próximos días se suma una cuarta en la urbanización San Luis, en El Cafetal.

En agosto. La segunda quincena, para ser más exactos. Es lo que dicen los encargados del establecimiento acerca de la inauguración de Granier San Luis, diseñada a imagen y semejanza de las otras: terraza al aire libre, sillas de mimbre, mesas de machihembrado, toldos   y mucha, mucha, vegetación a los alrededores. Además de las vitrinas repletas de bollería: croisants,  caprices de crema, fartons, bagels, tulips y pare de contar.

Todo, absolutamente todo, traído de España. En containers que llegan al Puerto de La Guaira y luego son metidos al horno en las tres (ahora cuatro) sucursales que pertenecen por cierto al mismo dueño: el empresario de origen árabe Ignacio Samán, mejor conocido como “Nacho”.

Solo que Granier San Luis parece tener una clara ventaja. O dos. Porque el centro comercial San Luis se ha convertido en un mini centro gastronómico con propuestas interesantes como Pan de Tata (que además ofrece sándwiches y donuts en el local PB2), Hamburguesas Paladar, los helados Fragolate de los hermanos Dahdah, y los pokes de Molokai. Además de tres clásicos del lugar: Casa Roux, Da Walter y, por supuesto, tequeños Las Tías.

Y porque en la negociación fue incluida la mitad del estacionamiento del centro comercial San Luis (al menos del nivel superior), lo que en Las Mercedes y La Castellana se ha convertido en una verdadera pesadilla.

En España, el lugar donde nació la franquicia, al princicio también fue un exitazo. Aunque por razones muy distintas.

Apenas abrieron sus puertas en 2010, emprendieron una agresiva campaña de publicidad y mercadeo que incluyó instalarse de manera muy modesta cerca de sus competidores y sobre todo crear ofertas capaces de quebrar a la competencia.

En 2014, por ejemplo, vendían tres croisants por 1,50 euros. Hoy son dos por 1 euro. Una guerra de precios sin cuartel. Un fenómeno que fue bautizado por los telediarios como “la guerra del céntimo”.

El lema era contundente: “La panadería del barrio”. Una más de las 35 marcas que hay en toda España, que en total amasan un negocio de 1.269 locales y casi 300 millones de euros al año. 279 millones, para ser exactos. Y lo de Granier no es precisamente un cachito: concentra entre el 15 y el 17% del mercado. Es decir, más de 50 millones.

En cambio en Venezuela el modelo de negocio es otro muy distinto. Sobre todo por la exclusividad de las urbanizaciones donde han sido instalados. Por el personal que han tenido que incorporar. Y por el mobiliario y la decoración, que son mucho más sofisticados que en Europa.

Y sin embargo no todo ha sido tan dulce…

Meses atrás, por ejemplo, al abrir el container descubrieron que en el camino se había roto la cadena del frío y todas las masas llegaron al puerto de La Guaira en condiciones deplorables: Estaban absolutamente descompuestas.

Así que se vieron obligados a contratar los servicios de Europastry, la compañía catalana especialista en panadería y masas congeladas cuya distribución está a cargo en Venezuela la comercializadora Global CyD, la misma de la cadena valenciana de supermercados Kalea. Y solucionado el problema.

Es verdad que en España ya no se vende como pan caliente.

De las 350 panaderías que había de Sevilla hasta La Coruna, algunas han tenido que cerrar sus puertas por causa de la crisis económica pre y post pandemia. Y porque 17 de sus franquiciados pegaron el grito en el cielo en octubre de 2020 y llevaron a juicio al dueño de la cadena, Juan Pedro Conde, tras acusarlo de haberle puesto levadura a los numeritos de la rentabilidad”, haberlos “captado por medio de engaño y haberlos estafado con un “negocio ruinoso que solo ha dado pérdidas”. Una causa a la que nadie ha puesto el punto final.

La franquicia es otorgada por un lapso de 10 años y la inversión mínima en España es de 160 mil euros (82 mil para adecuar el local, 74 mil para equipos y mobiliario, y 12 mil para equipos informáticos y de telecomunicaciones) para un establecimiento de al menos 100 metros cuadrados.

El modelo de negocio es a la inversa que en España. A seis meses de inagurada la primera de las cuatro Granier, queda más que claro que aquí sí hay masa para tanto bollo.


PUBLICADO: 27 de julio de 2021