Tuve la fortuna de compartir profesionalmente con el “Doctor Frías” durante mi época en PRODUCTO. Y lo primero que se impuso, para mí, que daba mis primeros pininos como periodista de negocios, fue su leyenda: aquel asertivo gerente que aprendió de la batuta de su padre, Carlos Eduardo (otra leyenda, of course), y dedicó su vida a sembrar, divulgar, profesionalizar y –sobre todo– a AMAR la industria publicitaria en Venezuela. Si algo caracterizó su gestión, fue, precisamente, su afán por DEJAR algo. Formar, formar y formar; aprender, aprender y aprender.
Sin embargo, cuando compartí con él, aquel semblante de severidad que traía la leyenda ya estaba más acompasado con la realidad del momento: en esa época, el Doctor Frías estaba “casi” de retirada (para mí nunca se retiró), con el ojo puesto en el legado que iba dejando en esa generación de “arsianos” que tomó la posta. Recuerdo especialmente una larga entrevista que le hice por 2007… ¿O era 2009? ¿O 2006? ¡Qué más da!
Con las iniciales “FFP” en bronce imponiéndose en un escritorio plagado de hipopótamos multicolores, y con un Cruz-Diez vigilante a su espalda, hablando de su nuevo rol, me dijo en tono chispeante:
- Bueno, ahora dicen que soy el ‘chairman of the board’ [exagerando la pronunciación y engolando la voz]… ¡NO CHICO! ¡Yo no soy nada de esa lavativa! Yo lo que soy es un ‘oráculo’.
No pude sino reír… Y recuerdo, al transcribir la nota, haber hecho un gran esfuerzo por transmitir esa chispa a los lectores de la revista (acaso idéntico al que estoy haciendo ahora), porque esos eran los momentos que realmente lo definían.
Fueron horas y horas de conversa, cuentos y sabiduría, explorando los rincones de aquella maravillosa oficina que ahora, con su luz, ilumina (literal y metafóricamente) la principal de Los Ruices. Hoy las recuerdo con el cariño inquebrantable que me une a la familia Frías, y que vence la distancia y los años.
Gracias por tanto, querido Oráculo. Queda pendiente un Old Parr.
PUBLICADO: 05 de diciembre de 2020