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Anunciantes a prueba de balas

LuxuryArmor, una compañía de Caracas especializada en blindaje, diseño de interiores y venta de accesorios para carros de alta gama, lanzó un polémico comercial en redes que causó revuelo. Aquí la opinión de un creativo publicitario sobre esa cuña.

Dos preguntas me tienen en estado de sitio desde que vi el video de la empresa LuxuryArmor en mi cuenta de Twitter: – empresa especializada en blindaje, diseño de interiores y venta de accesorios para vehículos de alta gama ubicada en el municipio Chacao, Caracas

¿Tan mala es la mala publicidad?

¿Tan mal estamos?

Exponer la frase «mala publicidad» me obliga a separarla gentilmente y no aburrir en el análisis de lo que significa publicidad, de lo que se supone es mala publicidad y su némesis lógica, la buena publicidad.

Ella está redefiniéndose, dejemos que se desvista en paz. Su modelo de gestión intermediaria está valorado por muy pocos e ignorado por muchos. La revolución digital ha convencido globalmente a casi todos de una aparente autosuficiencia que permite -en cuestión de horas- crear una cuenta en Instagram, producir un contenido, programar una pauta y vender productos o servicios.

Como resultado de ese proceso pragmático y algoritmos, llegó a mi timeline un video. Inesperado, impactante, algo perturbador pero, sin ser bienvenido, igual llegó. Entonces sentí que la calificación de buena o mala publicidad sobre el video de LuxuryArmor parece sólo aplicar a convenciones de otros tiempos en que la publicidad era otra cosa y la hacían otras personas. Y llega a mí porque -sin intermediación- el anunciante decide qué decir, cómo decirlo y dónde decirlo. Con una sinceridad muy primitiva pero nada ingenua: sé lo que vendo y a quien le vendo.

Una decisión ejecutiva y deliberadamente segmentada: este video no es para ti es para él, que tiene otros valores y, sobre todo, otras aspiraciones. Alguien se atrevió a correr el velo y descubrir a un nuevo consumidor, su cliente. Tal cual es, tal cual viste, tal cual piensa. Fin del disimulo, ya no es suficiente ver la tropa de fortalezas móviles junto a tu carro, llenar sus tanques de gasolina iraní sin hacer cola y exhibir a sus escoltas armados: ahora es protagonista de su propia historia. Con todos sus defectos de producción, humor incómodo y una muy distinta escala de valores morales, él está reflejado en este espejo dramatizado del siglo XXI.

Nos acostumbramos a una publicidad con final feliz. Dimos por sentado que los valores los enseñaban en la escuela o que aparecían en los 30 segundos de alguna campaña institucional.

¿Quién enseña en casa sobre generosidad, respeto, solidaridad, honestidad, educación, humildad?

Buena o mala, la publicidad sólo intenta compartir los valores de una marca con sus consumidores. Cuando los consumidores pierden sus valores, debemos revisarnos todos.

Diego Contreras

@playdiego

Director de Play Comunicación Creativa


PUBLICADO: 22 de enero de 2021