El presidente Fernández, un populista a carta cabal, aplica controles y las mismas recetas de siempre. Un fracaso seguro.
A la vez que los declaró como “servicios públicos” -eufemismo que le permite accionar sobre ellos- el presidente argentino Alberto Fernández congeló hasta fin de este año las tarifas de internet, de la televisión por suscripción y de toda la telefonía (fija y celular). Dijo que lo hacía para “garantizar el acceso de los mismos a todos y todas”, con lo cual, lo único que ha garantizado es que las empresas prestadoras dejen de invertir, con el consiguiente deterioro del servicio y otros etcéteras: desactualización tecnológica, reducción de publicidad, despidos de personal y pare usted de contar.
Todos estos servicios han tenido creciente actividad con la cuarentena, no sólo por motivos recreativos, sino también laborales con el tele trabajo. Se preveía un incremento tarifario de 11 % pero Fernández cortó de cuajo esa posibilidad con su sorpresivo decreto “de necesidad y urgencia”, que de paso impide la discusión del tema en el Congreso. Y le amarra las manos a las empresas.
Parece mentira, en este tema los populismos jamás aprenden. Y el peronismo en particular tiene más de 75 años recurriendo a las mismas recetas y cosechando los mismos fracasos. Claro, no son fracasos personales para la dirigencia y los burócratas como Fernández. Menos aún para los corruptos que han amasado fortunas como su vicepresidente y jefa, Cristina Kirchner, hoy procesada en más de 10 casos con pedido de juicio oral.
El fracaso real es para lo que el presidente llama “todos y todas”. Los más de 40 millones de habitantes a los que dice beneficiar con las tarifas, pero perjudica de manera contundente en su calidad de vida. Hoy, con la pandemia, Argentina ha visto crecer la pobreza a 50 % de la población. Una de cada dos personas que viven en Argentina es pobre. Pero el peronismo quiere más.
PUBLICADO: 23 de agosto de 2020