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Llena y reluciente

Una vitrina limpia, reluciente y con variada gama de productos es lo que merece el ciudadano, que luego de una intensa jornada de trabajo decide adquirir lo que necesita su familia para su alimentación y protección.  Eso es lo que ofrece el comerciante a través de miles de establecimientos, donde los ciudadanos acuden con pasión y es precisamente en estos espacios, supermercados, bodegas, farmacias, ferreterías, librerías, zapaterías, tiendas, bancos o cualquier oficina de servicios, donde se encuentran con la mejor de las sonrisas siempre dispuestos para  atender a sus clientes.

Otrora la sonrisa era recíproca, clientes y prestadores de servicio eran amigos y hasta disfrutaban sus alegrías y contaban sus penas. Había el “fiao” y ofertas y casi en “secreto”  ofrecían lo último que llegaba al mercado. Eran otros tiempos, ni nos enteramos cuándo fue que comenzamos a perder el privilegio de la fidelidad del cliente. 

Poco a poco, se fueron desapareciendo las marcas preferidas, no había competencia en los precios, ya no habían bienes y el cliente comenzó a sospechar de su proveedor de productos y servicios, porque cada vez que llegaba con su habitual sonrisa se encontraba con una sola respuesta: NO HAY.

Llegaron, los Precios impagables y la temida escasez…
  
Empresarios y trabajadores heroicos han tenido que dar la cara por una situación que no es su responsabilidad directa. Son estos los defensores de la libre empresa, proceso que se inicia por quienes nos educan, el maestro desde sus aulas impartiendo educación y preparándonos para ser copartícipes en el desarrollo del país, y el técnico que desde su taller hace todo el esfuerzo por reparar lo que no se puede reponer. Son estas acciones las que permiten ir formando a los comerciantes y prestadores de servicios.

“Los precios están por las nubes”, dicen los ciudadanos, responsabilidad de un modelo económico que no ha superado la debacle de un control de cambio que desde los inicios de la pasada década lo consideró imprescindible para proteger las reservas internacionales.

Las vitrinas estarán llenas cuando exista la producción nacional suficiente, suplidas sus fallas por importaciones, no cuando utilicemos toda la renta para impulsar la economía de otros países en detrimento de lo nacional.  No es normal que el gobierno decida qué compras, cuándo lo compras y a qué precio lo compras. Lo normal es que llenen sus alacenas cuando la necesidad lo amerita y paguen por tus artículos lo que el mercado determine y, por supuesto, menos culpa tiene el comerciante por la temida escasez, ya que su anhelo más deseado es presentar y mantener impecablemente su Vitrina llena y reluciente. 

Cipriana Ramos Oropeza 
Presidenta Consecomercio
@consecomercio

 


PUBLICADO: 18 de agosto de 2015