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ESPECIAL: Los 5 Grandes Mitos del Gentilicio Venezolano

Nuestro gentilicio está plagado de incoherencias y creencias infundadas que han servido de alimento a una nefasta pseudofilosofìa que nos ha empobrecido, dividido y casi destruido por años. Toca pues desmontarla, es hora de dejarnos de eufemismos y empezar a darle pódium a nuestras luces y de abrazar nuestra sombra.


Los venezolanos somos la incoherencia hecha gentilicio. Por un lado hablamos de lo bello de nuestra tierra; presumimos de lo hermosa de la mezcla de nuestra gente; de lo solidarios y amigables que somos y de la fortuna que significa el haber nacido en el país más rico del mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, como si de la otra cara de Jano* se hablase, nos describimos con ligereza como flojos; nos referimos a Venezuela como un país de “mierda”; nos auto acusamos de amantes de la “manguangua” (lo regalado), de “pantalleros” y de “vivos” (tramposos) por decir poco.

Es esta ambivalencia la que le ha puesto la mesa servida a una inescrupulosa filosofía –si es que así puede llamársele- que con mucho de populismo y bajo el disfraz de la justicia social ha dividido, empobrecido y casi destruido a nuestro país en solo 20 años. Y es que es fácil manipular a una persona con una autoestima lastimada. El doctor Manuel Barroso, en su libro "Autoestima del venezolano. Democracia o marginalidad”, ya daba cuenta de esto.

En este libro, Barroso describió a nuestro gentilicio como recurso humano hermoso y peculiar con una manera de ser, pensar y relacionarse muy contaminada por la cultura del abandono, el maltrato y la ignorancia.  Con tales características y una serie de falsas creencias instituidas, el venezolano es fácil de embaucar si se le toca la canción correcta.

Pero ¿cuáles son esas creencias? ¿Cuáles son los argumentos que las desmontan? Acá 5 de los mitos sobre la venezolanidad más populares.

 Mito 1. Venezuela es un país rico

Este es el más peligroso de todos los mitos porque es una media verdad. La tan cacareada riqueza de nuestro país se limita a su suelo. Pero ¿realmente la riqueza de un país se mide únicamente por la abundancia de minerales? Pues no.

El Banco Mundial, recientemente presentó un informe denominado The Changing Wealth of Nations 2018 (La riqueza cambiante de las naciones 2018), y en éste analizó la composición de la riqueza de 141 países en un periodo de 20 años, usando como parámetro 4 clases de activos:

  • Capital producido Maquinarias, edificios, suelo urbano residencial y todos medidos a precio de mercado.
  • Capital natural. Fuentes de energía (petróleo, gas y carbón), minerales, tierra fértil (para el cultivo y para pasturas), bosques y áreas protegidas.
  • Capital humano. El valor de las habilidades (estudios), la experiencia y el esfuerzo del trabajo de la población a lo largo de su vida desglosada por sexo y por situación laboral (empleado, autónomo).
  • Activos extranjeros netos. Esto se mide por la inversión extranjera directa o las reservas monetarias.

En dos platos, la riqueza nacional está estrechamente relacionada con la integración y nivel de desarrollo de estos 4 activos. No obstante, según el Banco Mundial, el capital humano representa dos tercios de la riqueza total de un país; ergo es fácil concluir que la riqueza de una nación es directamente proporcional al nivel educativo y de especialización de su capital humano.

Visto así, el nuestro pudo, en algún momento, haber estado cerca de ser un país rico. De hecho, un estudio publicado por el Foro Económico Mundial, con la colaboración del sitio “Visual Capitalist” sobre nuestra situación, afirma que Venezuela fue en los días posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la cuarta nación más rica del planeta por el tamaño de su Producto Interno Bruto (PIB, suma total de riqueza generada en bienes y servicios) por habitante.

Pero en la actualidad el PIB -como afirma el Banco Mundial- no lo es todo, pues es una medida que deja afuera valiosos recursos de los países y la manera en que se invierte.

Ahora bien, si vemos todo bajo la lupa de la situación actual, léase una diáspora de más de 4 millones de personas (más del 50% profesionales universitarios);  un nivel de producción bajo (el de petróleo es el más pobre de la historia); inversión extranjera en retirada y reservas casi en números rojos, pues la conclusión es clara. Si alguna vez fuimos un país rico, ya definitivamente no lo somos.

Mito 2. Los venezolanos son flojos

No muchos saben que los indios Caribes son parte de la etnia Tupi (Paraguay). Estos tienen una hermosa leyenda que señala que, al terminar el camino que los Tupi seguían por el Amazonas, decidieron enviar a buscar a la “Tierra sin mal” -que se hallaba en el norte- a sus mejores hombres: los Karib (Caribes).

Los historiadores describen a los Caribes como aborígenes temibles, fuertes y guerreros. Tenían una sociedad bien formada, con asambleas. Eran organizados, y amantes de la exploración. Intrépidos navegantes, tenían una flota de embarcaciones que los llevaron a conquistar y esparcir su raza por otros lugares. Las mujeres tenían un peso importante y hasta poder político.

“Si algo no tienen los venezolanos es flojera, y eso lo ves cuando te paseas por todo el país y ves a gente terca trabajando en un país que muchos dan por perdido, y es allí donde te preguntas ¿y donde es que está la flojera del venezolano?”  –Valentina Quintero

Al leer esto usted pensará, ¿y de dónde salió aquello de que los indios venezolanos son flojos? Sencillo. La historia la escriben los vencedores. Y estos se ocuparon de sembrar a conveniencia ideas que quedaron instaladas en el ADN de nuestro gentilicio.

El venezolano flojo, cómodo, cobarde, es una creencia infundada que repetimos a pie de juntilla, pero basta ver –como nos dijo hace poco Valentina Quintero en una entrevista- como todos los días y muy temprano en la mañana la gente se levanta y atesta el Metro y el transporte colectivo para ir a trabajar, a pesar de lo que le van a pagar no le alcanza para nada, para desmontar este mito con bases y hechos tangibles.

Mito 3. "Este es un país de mierda"

Más que un mito, esta es otra creencia infundada, amén de ser una de las mayores incongruencias de nuestro gentilicio. Por un lado, hablamos del Salto Ángel, de los Médanos, de Canaima, de Los Roques, de las mujeres, de las comidas y casi de inmediato saltamos a decir que la corrupción nos está matando; que el problema es la viveza criolla; y tras de todo esto un rosario casi interminable de circunstancias aparecen sin parar. La falta de luz, el irrespeto a las señales transito, el encarecimiento de todo, y más, mucho más. Conclusión: “este es un país de mierda”.

Pero ¿cómo es que el país de las maravillas, con todos los climas en un mismo territorio, las playas más hermosas, la tierra más bondadosa y el clima más amable del mundo puede ser un país de mierda? Tamaña proyección diría un psicólogo. Puede entonces que, como en el famoso chiste, aquel Dios –o la Naturaleza- le haya dado a Venezuela todas las bellezas posibles, pero la peor gente.

“La energía, la fe, la devoción que pongamos en esta empresa iluminará a nuestra patria y a todos los que la sirven, y el resplandor de esa llama podrá en verdad iluminar al mundo. Así pues, compatriotas: preguntémonos, no qué puede nuestro país hacer por nosotros; sino qué podemos hacer nosotros por nuestro país.” -John F. Kennedy, discurso de investidura, enero 1960

Cuando no se cumplen las leyes y es más fácil acceder al juego de la corrupción; cuando se confunde el ser honesto con ser pendejo y se cree que ser “vivo” (tramposo) es ser hábil, es entonces cuando se crea un país de mierda. Porque es muy fácil poner la responsabilidad de todos los males en el chivo expiatorio de turno: el chavismo, la oposición, los adecos, los militares, el TSJ, los cubanos, los gringos, los ricos, los pobres y un largo etc., pero es bien difícil asumir las propias faltas.

Como dijimos en el Mito 1, un país no es solo su suelo. Un país es su gente. Entonces si tanto nos molesta la corrupción; la carestía o incumplimiento de las leyes; la falta de educación y mil cosas más, pues en lugar de quejarnos, sintiéndonos víctimas impotentes de un “país de mierda” es hora de hacer aquello de lo que habló Kennedy “preguntarse qué podemos hacer por el país”. De esta manera desmontaremos este mito, al derribar de manera contundente también el número 2.

Mito 4. Los panas más ingeniosos

Este no es un mito. Los venezolanos somos recursivos por naturaleza. Y esto se lo debemos al constante acompañamiento que la palabra crisis ha tenido en nuestra historia. “Pa’lante es pa’ lla”; “como vaya viniendo vamos viendo”; “donde comen uno, comen dos”; “no se le muere el muchacho en la barriga”, entre otras son frases acompañan a este poder de poner las circunstancias a favor.

La recursividad –palabra que la RAE no reconoce- es lo que hace que médicos, ingenieros, maestros, periodistas, chefs y artistas, que han salido –y desafortunadamente siguen saliendo- brillen en otras latitudes, y lo que ha permitido a muchos empresarios, emprendedores y padres sobrevivir en el país. Porque “no hay”, no es impedimento para que algo se haga, pues cuando “no hay”, “algo se inventa”.

Y este hacer de la carencia el mejor de los recursos, es lo que, según algunos estudiosos de la conducta humana, hace posible al venezolano sobrevivir en casi cualquier circunstancia o en medio de la peor de las crisis. Visto así,  esta “recursividad” pudiera tratarse de una importante arma para hacer resistencia activa ante las políticas de dominación, cuyas estrategias consisten en empujar a la población a la dependencia del Estado y sus migajas.  Evidentemente, para repotenciar esta como arma, se tendría que restar poder al Mito 3 y todo lo que éste entraña.

Mito 5. Tan ricos en petróleo como en sentido del humor

Decía la profesora Nimia Jaque de Benavente –una de esas joyas profesorales que la UCV tuvo hasta 1989- que el exilio en Venezuela le era muy grato gracias a ese don que teníamos –y aun tenemos- los venezolanos de cantar sobre nuestras desgracias. Explicaba la profesora que había llegado al país con su esposo Mario Benavente, huyendo de la dictadura de Pinochet, que nuestro humor le había inyectado vida y sobre todo esperanza.

El humor es algo de lo que los venezolanos presumimos también. Somos los reyes del autobullying, el cual ejercemos sin misericordia. Quizás, porque reírse de las propias desgracias es la mejor manera de no dejarse derrotar por ellas. No obstante, ha surgido una corriente que entiende como banalización este acto de sobrevivencia. Y sí, el humor puede ser un mecanismo de evasión que impide que nos enfrentemos a una crisis, pero también es la vitamina que da energía para sobrellevarla con actitud positiva.

“El humor es la gran coraza con la que uno se defiende en este valle de lágrimas”–Camilo José Cela. Premio Nobel de Literatura 1989

Pero además el humor venezolano no está exento de crítica. Basta leer a Laureano Márquez, o escuchar detenidamente a Emilio Lovera o Claudio Nazoa o incluso a gente de la nueva generación de humoristas venezolanos en redes sociales como @javierhalamadrid@elgeorgeharris @davidcomedia o incluso el mismísimo @gamerkevmo creador el Politigato para darse cuenta de ello.

Así pues, eso de que en Venezuela hay tanto petróleo como humor, no es un mito, es un hecho. Ojalá que, a diferencia del petróleo, éste se siembre para que se pueda cosechar en un futuro cercano un individuo más conectado con su realidad; más identificado con su tierra; más crítico consigo mismo y sus líderes.

Éste seguramente será un ciudadano que sacará a la otrora tierra de gracia de la mitología gracias a un sentido del nacionalismo en positivo que apueste a la reconstrucción de un país y no solo al uso de los símbolos nacionales por moda.

(*) Jano: Dios de la mitología romana cuya cabeza tenía dos rostros, una que miraba al pasado y otra al futuro.


PUBLICADO: 05 de septiembre de 2018