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Notre Dame, como el Ave Fenix

Mientras Notre Dame aun humea, hoy el saludo de buenos días de cada parisino, de cada francés, de cada persona sensible en el mundo entero, debió ser el título de aquel clásico de Fracoise Sagan: Bonjour Tristesse

Ardió París. La ciudad no puede ser la misma con su formidable catedral quemada, aunque las torres, muros y estructura básica sigan tan en pie como lo estuvieron durante los últimos 850 años. Por eso hoy mismo repican las campanas de la esperanza, bajo el ánimo de la segura reconstrucción de ese ícono religiloso-histórico-cultural e indudable emblema turístico.

Lo dijo el presidente Emmanuel Macron, con la vista nublada ante el ennegrecido gigante gotico aun en llamas: “reconstruiremos esta catedral” ¿En cuánto tiempo? Los que saben dicen que podría llevar décadas. Quizá. Pero es inexorable.

“Será cuanto antes”, afirmaron los jefes de los tres grupos de las empresas familiares más grandes de Francia, que ya dieron la pulsión del ejemplo a seguir con un fondo inicial de 500 millones de euros. Y a ellos se sumó la petrolera Total con otros 100 millones.

El emporio LVMH liderado por Bernard Arnault, prometió 200 millones: maneja 70 marcas de lujo entre las que destacan Louis Vuitton y Sephora. Lo mismo aportó el Grupo Bettencourt Meyers, que controla nada menos que L’Oreal; y 100 millones dejó sobre la mesa la familia Pinault, dueña del conglomerado Kering.  

El banco Credit  Agricole hizo otro buen aporte y la Consultora Capgemini también colaboró. Esto recién empieza y ya van como 700 millones de euros avivando el fuego de las donaciones para reinstaurar la joya. De paso la Unesco –cuya sede está en Paris- anunció su ayuda incondicional.  El Vaticano aun no se pronuncia en billetes. Francisco solo manifestó “conmoción y tristeza”.

Pero el destino ha sido marcado. Nadie puede torcerlo. Deteminismo histórico, si se quiere ver así. Porque incluso las dinastías francesas aportantes –y seguro también el hombre del común- invocan el patriotismo, la identidad cultural y el espíritu invencible de la gloriosa Francia. Poderosos fetiches detrás de recolección de lo que haga falta para reconstruir Notre Dame.

¿Qué cuánto hará falta? Incalculable todavía. Aun es temprano. No se apagan aun las brasas de esa techumbre hecha con 13.000 robles crecidos entre los siglos VIII y IX para ser colocados 400 años después en el edificio iniciado en 1.163 y concluido en 1.345  ¿Qué valor tenía eso? ¿Cómo reemplazarlo? Deberán pensarlo los ingenieros y arquitectos prestos a escribir las propuestas sobre los planos dibujados hace más de 8 siglos, para la que quizá fue –será—la síntesis más acabada del gótico que ha llegado a nuestros días.

Mientras tanto, Amazon informó que El Jorobado de Notre Dame vuelve a ser hoy record de ventas en Francia. El secreto es que Víctor Hugo describe premonitoriamente en su novela el incendio de ayer. Dice el texto escrito hace 188 años: "Todas las miradas se dirigían a la parte superior de la catedral y era algo extraordinario lo que estaban viendo: en la parte más elevada de la última galería, por encima del rosetón central, había una gran llama que subía entre los campanarios con turbillones de chispas, una gran llama revuelta y furiosa, de la que el viento arrancaba a veces una lengua en medio de una gran humareda".

Quizá es también premonitorio este renovado suceso de aquel clásico de la literatura universal. Porque El Jorobado de Notre Dame apareció en 1831, cuando la catedral atravesaba una época de ruinoso descuido. Y fue tal el éxito de la historia de Cuasimodo y Esmeralda, que el Rey Luis Felipe ordenó una profunda restauración del templo en 1844.

Hoy la historia está obligada a repetirse. Notre Dame renacerá de sus cenizas. La aguja de su torre principal se elevará de nuevo y el gallito que la adornaba volverá a su sitio altivo, redivivo y heroico, como el Ave Fenix.

 

 

 


PUBLICADO: 16 de abril de 2019