El Fondo Monetario Internacional actualizó sus proyecciones para Venezuela y estimó que la inflación tendrá un promedio de 161% mensual durante 2019 y la economía se contraerá en -5%, lo que signficaría una caída acumulada de -57% en cinco años.
El ente multilateral cifra la inflación de cierre de 2019 en 10.000.000%, pero el economista Jesús Casique, analista financiero, considera que los pronósticos del FMI suelen ser "conservadores"; por ejemplo, en su opinión la contracción de la economía será más cercana a -10%.
En resumen, si se cumplen estos pronósticos, el aparato productivo del país será el equivalente al 40% del que estaba activo en 2013.
El último mes de 2018 estuvo caracterizado por una serie de protestas que podrían superar el centenar a escala nacional, en las cuales el rasgo predominante fue la exigencia de pernil, gas y gasolina.
Lo del pernil puede parecer un chiste, pero fue, realmente, una falsa promesa, un cruel engaño a sectores empobrecidos, con el único fin de incrementar la participación electoral en unos comicios municipales donde, finalmente, votó menos de 30% del padrón de inscritos.
Cuando los pronósticos son tan devastadores y la crisis tan estremecedora nadie puede criticar que gente pobre salga a la calle, e incluso llegue a las adyacencias del Palacio de Miraflores para que le den su pernil prometido. La crisis también erosiona las conciencias.
La preocupación crece a escala internacional. El Banco Mundial maneja expectativas similares a las del FMI para 2019 y sus ejecutivos señalan que no es posible predecir cómo evolucionará la situación social en Venezuela, por cuanto no existen demasiados precedentes de inflaciones tan corrosivas por tan largos períodos de tiempo, así que el país será un "laboratorio" para reevaluar los efectos sociales y políticos de las hiperinflaciones.
The Brookings Institution, un centro de análisis con sede en Washington y con más de 100 años de existencia, estima que en los próximos tres años la cifra de expulsados del país por la crisis ascenderá a no menos de 8,2 millones de venezolanos; es decir, 27,3% de la población actualmente estimada.
Sin embargo, el gobierno hace fiestas en sus medios cuando grupitos de unos cuantos cientos se regresan en una suerte de "puente aéreo" llamado "Misión Vuelta a la Patria".
Después de todo, el gobierno tiene formas peculiares de reconocer la crisis. Por ejemplo, el Instituto Nacional de Nutrición (INN) lanzó unas cuñas navideñas de su campaña "Agarra Datos. Empátate con lo Alternativo y Dale Vuelta a la Alimentación" -un nombre en cuya gestación es evidente que no participó un creativo por lo menos inspirado- donde aconsejó hacer pan de jamón con menos ingredientes y harina de yuca y hallacas rellenas solo con caraotas negras.
La propuesta del gobierno era tener una mesa de fin de año "alternativa" y "más saludable", porque, a fin de cuentas, eso de comer aceitunas, alcaparras y uvas pasas, junto con otras delicias, en un plato que combine pollo, carne y cerdo, como que no es muy revolucionario.
En todo caso, 2019 llega con expectativas muy malas, por ser elegante. En el sector petrolero no aparecen las reformas que permitan captar las inversiones que se necesitan para rescatar la declinante producción de hidrocarburos. Además, el país puede perder su presencia directa en el mercado de Estados Unidos, si el default de la deuda arrastra a Citgo.
Con una deuda que supera más de 100% del Producto Interno Bruto, tampoco parece que exista la posibilidad de renegociar pagos y gerenciar una brecha superior a los USD 12.000 millones. ¿Inversión social? Una promesa tan quimérica como resultó la del pernil navideño.
El gobierno viene acelerando el incremento de la liquidez, lo que habla de que la promesa de dejar de financiar inorgánicamente el déficit fue solo un ardid, porque lo cierto es que si el Ejecutivo no emite dinero inorgánico, corre el riesgo de quedar paralizado en muchas áreas; de hecho, hay que puntualizar que el Presupuesto 2019 no tiene previstas obras importantes de infraestructura. Solo un detalle.
Con empresas cada vez más indefensas contra una crisis que es absolutamente inducida -y conviene no olvidarlo- el panorama para todos los sectores económicos es igual de malo o peor que la realidad vivida en 2018.
Las empresas deben prepararse no solo para resistir contingencias económicas, como incrementos salariales desproporcionados, mayor represión a la actividad privada y el impacto negativo de variables que ahora son impredecibles, sino que deberán estar pendientes de una conflictividad creciente que viene gestándose como una bola de nieve que puede convertirse en un trágico escenario de anarquía.
2019 será otro año que habrá que sobrevivir con menos herramientas y capacidades. Ese es el reto, aparte del de inventarse razones para seguir creyendo que habrá una recuperación, por lo menos en el corto plazo.
PUBLICADO: 31 de diciembre de 2018