Murió en Buenos Aires Hemenegildo Sabat, un dibujante excepcional, un periodista singular, cuya obra en Argentina, a lo largo de más de 50 años, se edificó alrededor de la caricatura, convirtiéndolo en un maestro universal.
PRODUCTO lo entrevistó en una visita a Caracas hace más de 30 años. Hoy toca despedirlo. Fue un periodista único. Y un artista plástico noble y valioso.
Hermenegildo Sabat nació en Montevideo, Uruguay, y heredó de su abuelo homónimo, español –al que no conoció— la pasión por la caricatura y la pintura. Su padre también fue dibujante y periodista. Emigró hacia Buenos Aires en 1965, con 32 años. Se nacionalizó argentino en 1980. En ambos países es ciudadano ilustre.
Pero "Menchi", tal fue su apodo, era un hombre silencioso y reconcentrado, de postura humilde, que disimulaba sin querer su aguda sensibilidad. Indefectiblemente vestía saco y corbata, amaba el jazz (supo tocar el clarinete) y tuvo a lo largo de su carrera muchos y merecidos premios y reconocimientos, uno de los cuales ayuda a definirlo: el que le dio la Fundación Nuevo Periodismo de Gabriel García Márquez “por su conducta intachable frente al poder”.
Siempre disruptivo y a menudo provocador –sin que nunca se lo percibiera como tal, pues jamás se jactaba— Sabat caricaturizó al dictador asesino Jorge Videla cuando estaba expresamente prohibido hacerlo. Y se ganó el desdén y la rabia de Cristina Kirchner por un dibujo en el que le selló la boca. Justamente a ella. Que en ese momento dijo que aquello le parecía “cuasi mafioso”. Sabat ni le contestó. Y tuvo cuidado de esquivar maliciosos “acercamientos” que fueron propuestos desde el gobierno.
Cuando el año pasado recibió el Konex de Brillante, uno de los premios más importantes de Argentina, solo dijo, visiblemente emocionado: “espero que estas cosas ayuden a otros a trabajar con ilusión”.
Es lo que Menchi hizo durante toda su vida, desde los 15 años cuando presentó, en su Uruguay natal, su primer dibujo, hasta la gigantesca carrera que inició en El País de Montevideo y prosiguió en Argentina en revistas cono Primera Plana y Crisis, o diarios como La Opinión.
En 1973 entró en Clarín y se quedó para siempre. La noche de este lunes, cuando terminó su tarea, saludó como siempre con un “hasta mañana” y se fue a su casa. Pasó a otra dimensión mientras dormía. Tenía 85 años, el cerebro impecable y el alma tan liviana como las alas con las que, en sus dibujos, homenajeaba siempre a la gente linda.
PUBLICADO: 02 de octubre de 2018