Nadie sabe por qué Pelo Malo, dirigida por Mariana Rondón, obtuvo tantos premios. Es realmente un caso de estudio. Los más importantes fueron la Concha de Oro en San Sebastián y el Gran Premio del Jurado del Recontres Cinematographiques en Cannes. Pero además se la reconoció en Mar del Plata (mejor dirección, mejor guión), en Torino (mejor actriz, mejor guión), en Viña del Mar (mejor guión); en Montreal (mejor interpretación) y en en Thessalonik, Grecia (premio Especial del Jurado y premio Crítica Internacional) ¿Qué le habrán visto los jurados, que la mayoría de los espectadores no percibe? Debe ser que el tercer mundo y su sustancia marginal siguen emocionando.
PRODUCTO vió Pelo Malo el jueves santo en el Trasnocho y la gente salió desconcertada e inconforme. No hubo ni un solo aplauso. Curioso para una película con tantos premios, gratificadores del gentilicio. Pero vale lo dicho: es un caso para analizar en serio, porque Pelo Malo luce realmente como una peli mala, que avanza con imágenes repetitivas, un relato que no supera lo anecdótico y diluye sus propias expectativas, con un par de escenas de sexo innecesarias --si acaso vulgares-- y una historia banal, que naufraga y muere sin resolver conflictos, dejando al espectador con ganas de que pase algo. Porque de verdad no pasa nada. Se pierden hasta las metáforas más elocuentes, como el corte de pelo solidario a que se someten habitantes del 23 de Enero cuando el presidente Chávez recibe quimioterapia, y que la película no vincula con la acción final del niño bueno del pelo malo. Se destacan tres actuaciones: la de la abuela Carmen, Nelly Ramos; y la de los niños Samuel Lange (Junior) y María Emilia Sulbarán. Pero no se puede recomendar a nadie que la vea sólo por esos brochazos de talento actoral.
PUBLICADO: 21 de abril de 2014